9.3 millones de dólares se pagaron por la camiseta del ídolo. Si bien el segundo gol fue una obra de arte, con esa camiseta el jugador hizo un primer gol tramposo, con la mano.
Más allá del amor por el futbol, la pasión que inspira y el fanatismo que despierte un ídolo, una conducta sin códigos morales hizo que se paguen millones por una camiseta que representa un engaño, un fraude. Esa camiseta representa la “viveza criolla”, el “gano a como dé lugar”, el “qué me importan las reglas”
Este tipo de cosas no ocurren solamente en nuestro país, ya que la compulsa se efectuó en muchos lugares del mundo elevando la oferta hasta llegar a una suma que es un dislate. Pero me importa lo que se hace en Mi País.
Y esto habla de una mentalidad que no discrimina lo que debe o no debe hacerse, lo que es correcto de lo que no lo es. Que premia el disparate de ganar tramposamente. Lo que también contribuye a convertirnos en un país marginal, que opera desde esa marginalidad para obrar impunemente y por fuera de las conductas morales. No solamente nuestra moneda está devaluada, también lo está la moral popular y la conducta respecto al prójimo, que hacen que el pillaje y el salvajismo, el femicidio y la violencia, entre otros, sean componentes de esa moneda devaluada.
La tarea de nuestros próximos dirigentes deberá ser trabajar fuertemente para recomponer la fuerza espiritual que supimos tener como nación. Contando con el apoyo de todos los que creemos que la educación es mucho más que inculcar conceptos y datos. Es volver a poner en valor la argentinidad, la dignidad y el esfuerzo.
Vamos a liberarnos de la carga de la mediocridad, como dijo Ricardo López Murphy.
¡De pie Argentina!