Comenzaron los alegatos en el juicio de vialidad que tiene a Cristina Kirchner como acusada de ser la jefa de una asociación ilícita. El delito, según las pruebas recabadas comenzó en la gestión del ex presidente Néstor Kirchner y continuó en el mandato de CFK.
A través de Lázaro Baez, quién armó una empresa constructora días antes de la asunción de Kirchner, se destinaron miles de millones de pesos para la obra pública en Santa Cruz. Esto fue canalizado por medio del ex ministro y condenado Julio de Vido con su secretario de obras públicas, José López, el hombre de los bolsos de dólares. Es por eso que, el tipo penal que encaja en esta causa es el de la asociación ilícita. Esto implica que dos o más personas se unan para cometer un delito.
Es verdaderamente una desgracia lo que ha ocurrido. Una maquinaria puesta en marcha desde los organismos del estado piramidalmente para robar. No solo el daño moral que esto implica para toda la sociedad sino también la perversión de ni siquiera terminar las obras o dejarlas por la mitad.
Los cristinistas acérrimos sostienen que Cristina no fue la responsable de esto, dado que todo este circuito de corrupción lo heredó de su marido. ¿Acaso heredar una banda de ladrones y sostenerla no es delito?
Independientemente de la magnitud del perjuicio que esto generó a las arcas del estado, el drama que esto representa, es que se trata de un espacio político que llegó (todavía está) cuatro veces a la presidencia en los últimos 20 años. Es un golpe a la democracia lo que han hecho. Es un golpe a la voluntad popular que confió en esta gente para conducir los destinos del país. Argentina no solo necesita recuperarse económicamente. La sociedad necesita imperiosamente sentir que la Justicia no deja impune semejante tragedia. Aun así, es triste que la persona que más votos recibió en las últimas décadas, hoy esté sentada en el banquillo de acusados.