El vuelo del terror

Este país no te da descanso. No hay una sola semana que transcurra medianamente en paz. Lo ocurrido con el avión retenido en el aeropuerto de Ezeiza de firma venezolana, con tripulantes de esa nacionalidad y también iranies encendieron todas las alarmas y reavivaron todos los miedos.

La historia con la República islámica de Irán es demasiado sensible y dolorosa como para seguir como si nada hubiese ocurrido. Nuestro país ha sido objeto de atentados terroristas que aún siguen impunes. La embajada de Israel, la AMIA, la muerte del fiscal Nisman, son tres episodios negros del pasado reciente de este país.

Lejos de llevar tranquilidad y mostrar una actitud tendiente a esclarecer que vino a hacer dicho avión, el gobierno nacional ha hecho todo para que la desconfianza sea total. ¿Cómo se explica que los diputados oficialistas hayan votado negativamente al pedido de la oposición para que los funcionarios responsables de este hecho den explicaciones?  Si el gobierno de Fernandez no tiene ningún tipo de conexión o vínculo debería ser el primer interesado en dar todas las respuestas que al momento no han dado.

En otras editoriales expresé mi profunda preocupación por la política exterior que lleva el gobierno del Frente de Todos. No me equivoqué. Escuchar las excusas/explicaciones de Anibal Fernandez me remiten lastimosamente al 2015 cuando el fiscal Alberto Nisman apareció muerto en su departamento a horas de ir a declarar al congreso sobre la denuncia contra Cristina Kirchner por sus lazos con Irán. Fue en ese entonces también el actual ministro de seguridad el encargado de llevar la voz oficial. Lo único que hizo Anibal Fernandez fue intentar manchar la reputación del fiscal post mortem. Una bajeza sin igual.

Del otro lado del charco, actuaron diametralmente diferente a lo que se ha hecho acá. El gobierno de Lacalle Pou no autorizó de forma inmediata la entrada de ese avión a las tierras charrúas. Podríamos algún día empezar a imitarlos.

La cuestión ya se encuentra en manos de la justicia. Es una oportunidad histórica para el poder judicial demostrarle a la sociedad argentina que no vale todo y que ser cómplices de terroristas tiene su precio. No ocurrió con la embajada, no ocurrió con la AMIA y tampoco con el fiscal Nisman. Por todas las víctimas y por una Argentina sin impunidad, es nuestro deber como sociedad alzar fuerte el grito de JUSTICIA.