viernes, marzo 31, 2023

Francisco Barroetaveña: liberal, radical y olvidado.

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Cuando se habla de la etapa fundacional de la Unión Cívica Radical, inevitablemente remitimos a la figura de Leandro Alem como personaje emblemático y casi legendario. Pero la historia es siempre más compleja y quien dio el puntapié inicial fue el joven abogado Francisco Barroetaveña, entrerriano residente en Buenos Aires, con la formación de la Unión Cívica de la Juventud en 1889. Su crítica al entonces presidente Miguel Ángel Juárez Celman y su círculo de obsecuentes –los “incondicionales”- se hizo célebre con su artículo en el diario La Nación, en agosto de 1889: “Tu quoque, Juventus: en tropel al éxito”. Francisco Barroetaveña reunió en torno suyo a un grupo entusiasta de jóvenes, que se presentó en septiembre como Unión Cívica de la Juventud. Para ampliar a otras franjas esta convocatoria, pasó luego a llamarse Unión Cívica.

La Unión Cívica Radical, fundada formalmente en 1891 como resultado de la división de la UC entre radicales –seguidores de Leandro Alem, Bernardo de Irigoyen y el propio Barroetaveña- y nacionales –bajo el liderazgo del ex presidente Bartolomé Mitre-, tuvo un cuerpo programático fundado en el liberalismo clásico. No sólo Leandro Alem, sino también Francisco Barroetaveña, fueron grandes defensores de este sistema de ideas y las expresaron en sus artículos, discursos e intervenciones parlamentarias.

Francisco Barroetaveña fue dos veces diputado nacional por la Provincia de Buenos Aires, en 1894-1898 y 1900-1904, y desde su banca legislativa hizo uso de su voz y conocimiento erudito para defender las limitaciones al poder central, el federalismo, las autonomías municipales, el rol del Congreso, la independencia del Poder Judicial, el librecambio económico, la política inmigratoria amplia y generosa para poblar Argentina, la libertad de cultos y el freno a la intervención eclesiástica en la vida civil.

En el debate por la ley de aduanas de 1894, se distinguió como presidente del bloque de la UCR en la Cámara de Diputados al defender el libre comercio y la rebaja de los impuestos aduaneros, frente a la posición predominante proteccionista del gobierno del entonces presidente Luis Sáenz Peña y el PAN. Desde su escaño citó a Juan Bautista Alberdi y su “Sistema económico y rentístico”, así como las obras de Adam Smith y Frederic Bastiat. Lejos de ser un mero defensor del librecambismo, también se opuso a la imposición de la lengua castellana en las escuelas primarias, a fin de atraer más inmigrantes y proteger el derecho a enseñar y aprender del artículo 14 de la Constitución. Entendía que la naturalización de los inmigrantes debía ser un proceso espontáneo de los individuos, y que con el respeto a los derechos y garantías habrían de adquirir libremente la ciudadanía argentina. Su posición coherente lo llevó a oponerse a la Ley de Residencia de 1902, en tanto instrumento punitivo contra los anarquistas extranjeros, ya que a su criterio ponía a disposición arbitraria del Poder Ejecutivo a los millones de inmigrantes asentados en nuestras latitudes.

También por sus convicciones de librepensador, estaba a favor de la separación de la religión del Estado y fue siempre un gran defensor del divorcio vincular –un debate en el que participó vigorosamente en 1901 en el Congreso-, defendió el matrimonio civil, la educación laica de la ley 1420 y fue un crítico severo de todo intento de injerencia de los cuerpos eclesiásticos en la vida pública. Hizo una temprana defensa de los derechos de la mujer, para quitarle la sujeción al marido, y siguió en la línea trazada por John Stuart Mill y Domingo Faustino Sarmiento en favor de la educación femenina, ensalzando como ejemplos a Marie Curie y Elvira Rawson de Dellepiane.

Este liberalismo posible y sincero lo llevó a enfrentarse con Hipólito Yrigoyen, por lo que participó en partidos radicales contrarios a este líder: el radicalismo coalicionista de Bernardo de Irigoyen, la UCR principista, el antipersonalismo de los años 1920s y, finalmente, como candidato presidencial en 1931 por la UCR Antipersonalista de Entre Ríos.

Cuando el mundo miraba con creciente simpatía a los experimentos totalitarios y violentos, como el fascismo y la revolución bolchevique, Francisco Barroetaveña se mantuvo firme y conceptualmente sólido en la defensa del pensamiento liberal, dejando a su paso una nutrida obra bibliográfica, artículos periodísticos, y extensos y meditados discursos parlamentarios que elevaron la calidad de nuestro Congreso.

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