Alberto Fernandez es el peor presidente desde el retorno de la democracia. Hay varios argumentos para sostenerlo. En primer lugar, es el primer mandatario que en el ejercicio de sus funciones está procesado por haber incumplido un decreto de necesidad y urgencia que fue rubricado por el mismo. La fiesta de Olivos, impactó de lleno en una sociedad que hasta ese entonces, aterrorizada por el coronavirus y encerrada por mandato presidencial, confiaba en que la política de “cuidado” de Alberto era eficiente para combatir la pandemia.
No huelga recordar que hasta ese escándalo Fernandez llegó a tener el ochenta por ciento de imagen positiva. Hablaba por cadena nacional y nos ilustraba sobre las bondades de sus políticas sanitarias haciendo alarde de los números y nos comparaba orgullosamente con otros países. Éramos mejores que Suecia, Chile, Italia, España.
El encierro, uno de los más prolongados del planeta tierra, terminó destruyendo la ya alicaída economía argentina. Miles de pymes cerraron, miles de fuentes de trabajo perdidas y la pobreza tocando niveles cercanos a la crisis del 2001/2002.
Asimismo, aunque el gobierno lo niegue, en los dos años que lleva Fernandez en el sillón de Rivadavia, vemos como todos los días jóvenes preparados, formados y absolutamente hartos de la decadencia ética, social, cultural y económica de nuestro país eligen proyectar su futuro fuera de la Argentina.
Todo esto, hace que por razones económicas y éticas el presidente genere un nivel de rechazo absoluto en la sociedad y en sus socios políticos también.
El viernes pasado, Alberto fue humillado por partida doble. Busqué en el diccionario el significado de humillar y el resultado fue “Hacer que una persona se sienta ofendida en su orgullo o en su honor”. Pues bien, cuando me fije en palabras similares aparecieron “rebajar”, “degradar” y “despreciar”.
La primera humillación la recibió en carne propia en su aventura por la ciudad de Ushuaia. Allí, el ministro Ferraresi (ultra cristinista) se encargó de enrostrarle el poco apoyo popular que tiene al pedir que por favor vuelvan a aplaudirlo ya que en el aplausometro había sido evidente que el intendente local, Walter Vuoto, camporista, había ganado de forma contundente. Nunca visto.
Varios kilómetros al norte, unas horas más tarde, Alberto recibió la segunda paliza del día. Cristina, en el marco de ser galardonada con el titulo “Doctor honoris causa” otorgado por la Universidad del Chaco Austral, dió una “clase magistral” en donde le explicó al presidente que es ella la dueña del poder y de los votos. También le dijo que fue generosa al dejarlo elegir su equipo económico. Y casi como paradoja del destino, CFK, utilizó filminas para demostrarle las pésimas decisiones de política económica que vienen tomando desde diciembre de 2019. Hasta sin quererlo, reivindicó las políticas de Mauricio Macri.
En suma, tenemos un presidente deslegitimado, caído y humillado. Borges en “El Aleph” nos habla de un punto en donde convergen todos los puntos. Esto es lo mismo. Un presidente que es receptor de todas las criticas y humillaciones, donde curiosamente, los que más se lo hacen sentir son sus socios políticos. Nunca visto.