Ayer a la noche se consumó la primera victoria de un candidato de izquierda en Colombia. El triunfo de Petro sobre Hernández abre una nueva era para el país cafetero. El presidente electo recibió llamados de varios primeros mandatarios de la región y el mensaje que envió fue el de buscar la unión entre los colombianos.
Colombia como Chile son dos estados de esta región que han logrado tener una macroeconomía estable en las últimas décadas. Inflación baja, buenos niveles de inversión extranjera directa y crecimiento sostenido del PBI. Aún con todas las variables positivas, en ambos países se produjo un giro hacia la izquierda. ¿Razones? Si. La desigualdad y la pobreza pueden explicar el porqué.
En el caso de Colombia el triunfo de Petro es más resonante que el de cualquier otro de la región. Este país, castigado por el narcotráfico, el terrorismo y la pobreza, optó durante más de veinte años por presidentes alineados a Estados Unidos en pos de hacerle frente al grupo guerrillero FARC.
Es probable que en el sentir común de los colombianos hoy las FARC no sean la principal urgencia. Las nuevas generaciones no han sufrido en carne propia el horror generado por las fuerzas guerrilleras. Lo que, si han padecido, son los altos niveles de desempleo (Colombia es el tercer país con mayor tasa de desempleo de los países de la OCDE) y la enorme desigualdad existente.
En el contexto regional, podemos afirmar que existe un denominador en común. Los oficialismos pierden. Ocurrió en Chile, Ecuador, Uruguay, Bolivia y ahora Colombia. Resta esperar que ocurrirá en el gigante de la región donde todas las encuestas indican una derrota de Bolsonaro frente a Lula.
En el plano local, el oficialismo festejaba anoche el triunfo de Petro como si fuera propio. Cuesta entender semejante nivel de exitismo cuando hace menos de un año atrás, recibían una paliza electoral sin precedentes y cuando todo indica que el año que viene la Argentina cambiará el rumbo drásticamente.
Quizás sea correcto pensar que, ante la falta de logros, el Frente de Todos necesite imperiosamente adueñarse de triunfos ajenos. Esa es una opción. La otra es historia repetida. Un gobierno en ruinas, enfrascado en si mismo y desconectado por completo de la realidad de los argentinos.