Si le preguntas a cualquier ex presidente argentino con que contexto internacional hubiese soñado gobernar, sin dudarlo todos dirían el actual. Los precios de los productos que la Argentina le vende al mundo están por las nubes.
En la época de Néstor y el primer mandato de Cristina se vivió un contexto favorable. Macri no corrió con la misma suerte que sus antecesores y gestionó todo su mandato con un promedio de 300 dólares la tonelada de soja. En el caso de Alberto Fernández no hay punto de comparación con ningún otro período.
Néstor Kirchner supo aprovechar la bonanza y en su mandato se le pagó íntegramente al Fondo Monetario Internacional la totalidad de la deuda que hasta entonces tenía nuestro país. Luego, Cristina recibió un banco central plagado de reservas que después de ocho años de mandato lo dejó casi en cero. Macri recibió su mandato con un central raquítico y con precios internacionales bajos. De ahí quizás, surge la explicación de porque se acudió al FMI.
En la actualidad, el banco central no tiene reservas, tenemos mas de diez tipos de cambio, la gente no puede comprar la divisa norteamericana por el cepo durísimo que parece no tener fin y para colmo muchos economistas coinciden en que estamos frente a un atrasa cambiario y a las puertas de una inflación cercana al cien por ciento anual.
Con este contexto, Argentina debería estar viviendo lo que en economía de denomina “enfermedad holandesa”. Esto consiste en una entrada sin igual de divisas que te sobrevalua la moneda local por lo cual perdés competitividad.
Por el contrario, lejos de ese panorama, el otro día un productor comentó en un programa de televisión que no lo dejaron importar por un monto de seis mil dólares. Increíble.
Es realmente llamativo lo torpe que es este gobierno. Se ha equivocado en absolutamente todo. Aún con un contexto internacional inigualablemente positivo, los argentinos sufrimos todos los días la depreciación del peso y una inflación que realmente asusta y genera más pobreza. Una mala praxis pocas veces vista.