Por una política argentina y regional sobre Corea del Norte

A diario observamos en medios de prensa de todo el mundo noticias sobre Corea del Norte. Las notas suelen versar sobre el lanzamiento de un nuevo misil balístico, videos que muestran las celebraciones de algún aniversario nacional donde desfila el Ejército Popular de Corea y se despliega un nuevo misil o alguna nota con tintes bizarros con respecto a Kim Jong Un o cómo viven los norcoreanos y son engañados por el régimen, dada la construcción de un mundo ideal puertas adentro.

Todo ello que se muestra, en gran medida, es cierto pero la visión que se tiene de Corea del Norte a nivel nacional y continental es sumamente ingenua, pobre y parcial no sólo por parte de los medios de prensa sino también en las cabezas de la dirigencia política. La distancia, el desconocimiento y la ceguera en materia de relaciones internacionales de buena parte de los países de la región llevan a este país a ser una mera “rara avis” en el concierto de naciones.

En contraposición de esta falsa imagen, Corea del Norte ocupa un lugar preponderante a nivel regional en el noreste asiático dada su condición de país “paria” y por la amenaza que representa para países clave a nivel regional y mundial, como Japón y Corea del Sur, y Estados Unidos cuya hegemonía como actor global está en juego por la otra superpotencia regional, la República Popular China, principal aliado y sostén económico del gobierno de Pyongyang. 

La Península coreana, en ese sentido, ha sido (y sigue siendo) el eje geopolítico de tensión entre Rusia, China, las dos Coreas, Estados Unidos y Japón. Este enclave vivo de la Guerra Fría permite que Corea del Norte mantenga, dado que sigue técnicamente en guerra con Corea del Sur a partir de la firma del armisticio de 1953 por la Guerra de Corea, un régimen totalitario y atroz para su población.

En el informe presentado por la COI (Comisión de Investigación) en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas se describe la violación sistemática, generalizada y grave de Derechos Humanos en Corea del Norte. La importancia del mencionado informe estriba en que se llegó a la conclusión de que se cometen crímenes de lesa humanidad, entre los que se incluyen el exterminio, el asesinato, la esclavitud, la violación, el aborto forzoso y otras violencias sexuales, la persecución por motivos políticos, religiosos, raciales y de género, el traslado forzoso de poblaciones, las desapariciones forzadas de personas y el acto inhumano de hacer padecer hambre durante largos períodos.

En ese marco de situación, los gobiernos de la región pueden dividirse entre aquellos que dan un apoyo total y absoluto al régimen norcoreano y aquellos que tienen una postura de condena con este pero que reivindican a sus aliados regionales.

En este primer grupo de países se encuentran, no casualmente, aquellos de cuño autoritario y también violadores de Derechos Humanos como Cuba, Venezuela y Nicaragua. Entre estos países, Corea del Norte tiene una historia especial con Cuba, país con el cual ha realizado negocios tales como el reparo de armas, tráfico de habanos, narcotráfico y han compartido experiencias para eludir sanciones financieras. Recientemente ha afianzado su relación con Venezuela y Nicaragua, presuntamente, para generar divisas a partir de actividades ilegales.

En un segundo grupo, se ubican países como el nuestro que, a la par que condena a Corea del Norte en foros internacionales, calla ante las violaciones a los Derechos Humanos en Cuba, Venezuela y Nicaragua, siguiendo una lamentable política “de contrapeso” a Estados Unidos dictada por López Obrador, Presidente de México, contraria a los intereses de nuestro país y sumamente perjudicial.

La falta de ideas para encarrilar la deriva autoritaria de los países aliados a Corea del Norte por parte de la región es pasmosa y ello explica la supervivencia de estos a pesar de la pauperización constante de los niveles de vida de su población y la ausencia de libertad.

Una posible forma de presión contra estos países puede ser brindada por la relación con un país como Corea del Norte, sobre el cual pesan sanciones financieras dirigidas por parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y cuyo aislamiento es casi total, dada la mayor o menor efectividad de estas.

El continente americano todo tiene una responsabilidad en haber dado y permitido el mantenimiento de gobiernos de corte autoritario, que a pesar de sus enormes limitaciones comerciales y crediticias, aún tienen un gran margen de acción para causar daño y sostener regímenes inéditos en materia de violación de Derechos Humanos tal y como es el de Corea del Norte.

Es por ello que sería saludable para las democracias del continente retomar, en cierta medida, los principios de Derechos Humanos para orientar una política exterior principista y de esa forma, haciendo uso de las herramientas que las sanciones proveen, aislar y arrinconar a países no compatibles con el marco que los Derechos Humanos representan. 

Finalmente, cabe destacar el esfuerzo que se está llevando desde la sociedad, como por ejemplo la iniciativa de la Fundación CADAL, en dar a conocer la situación de violación de Derechos Humanos en Corea del Norte a todo el mundo hispanohablante, brindando traducciones al castellano de notas e informes que circulan únicamente en idioma en inglés, organizando conferencias y charlas con la sociedad civil y conformando una red de especialistas en el tema en todo el continente, todo ello con el objeto de generar conciencia y, de esa forma, los gobiernos de la región tomen cartas en el asunto con mayor fuerza respecto a Corea del Norte.

Cuando los gobiernos sientan presión interna para adoptar medidas concretas contra Corea del Norte y sus aliados regionales, se podrán ver cambios efectivos a nivel regional. De allí, y desde una posición homogénea y sin fisuras, podrá la región enfrentar desafíos como el relacionamiento norcoreano con los regímenes despóticos del África y Asia que también son sostén de Corea del Norte. Pero, en este punto, es dable afirmar que “los deberes empiezan por casa”. Agustín Menéndez (1986) es abogado y politólogo por la Universidad de Buenos Aires. Becario del KGIP (Korean Government Invitation Program). Se desempeña como analista internacional en la Unidad de Información Financiera. Investigador Asociado de CADAL.