Roca y la integridad territorial argentina.

Por Ricardo López Göttig

Se ha puesto de moda cuestionar a la figura histórica que más pensó y actuó para lograr la integridad territorial de la República Argentina: el general Julio Argentino Roca. Formado como militar desde su adolescencia, siempre del lado del gobierno nacional –sea quien fuere el primer magistrado constitucional-, fue ascendiendo en los campos de batalla, demostrando coraje y eficacia. Y así llegó al grado de General, con tan sólo 31 años.

Leal al orden constitucional, profesional, sistemático, astuto, estudioso de la estrategia, la historia y el terreno, se labró una reputación acompañada de su conocimiento de la geografía argentina. Participó en las batallas de Cepeda y Pavón, en la Guerra del Paraguay, contra las montoneras que se alzaron contra el régimen constitucional en Cuyo y el Norte, contra la revuelta de López Jordán en Entre Ríos, como oficial en la frontera de Río Cuarto, contra el alzamiento de los mitristas en 1874.  Esto significó conocer de primera mano cada escenario, brindándole una visión geopolítica que luego le permitió tomar decisiones acertadas en sus dos presidencias.

La ocupación efectiva del territorio de la Patagonia frente a varias tribus indígenas que fueron arribando a partir del siglo XVII a este lado de la Cordillera de los Andes, ponía fin a una frontera interior expuesta a malones, asesinatos, secuestros, saqueos, destrucción de vidas y propiedades, así como con un permanente chantaje de entrega de alcohol, tabaco, azúcar y otros bienes, a cambio de una paz frágil y tensa. La excursión a los indios ranqueles,  que tan magistralmente escribió Lucio V. Mansilla, narra esa situación de tribus que extorsionaban con la amenaza del malón, a cambio de la entrega de bienes, un desgaste que perjudicaba las arcas del Estado y, por consiguiente, de la ciudadanía. Asimismo, varias de estas tribus se habían integrado, como la de Coliqueo, o bien se mantenían en una zona gris, como las de Baigorrita o Mariano Rosas, pero que ya nada tenían que ver con la cultura que caracterizó durante siglos a esas comunidades aborígenes. ¡Allí están, aguardando a ser leídos, los textos de Eduarda y Lucio V. Mansilla, Baigorria, Zeballos, Luis Jorge Fontana y Fotheringham, entre tantísimos otros, para dar testimonio de esa existencia azarosa en la frontera interior!

Las campañas de militares de Juan Manuel de Rosas y Facundo Quiroga, de Emilio Mitre, o el plan frustrado de Adolfo Alsina, no habían tenido los resultados buscados. Fue el plan diseñado por el general Roca, en tanto ministro de Guerra del presidente Avellaneda, el que permitió establecer una nueva frontera interior en el río Colorado, seguida por una serie de expediciones en los años posteriores, al igual que la ocupación del Gran Chaco durante su primera presidencia. Al cacique Manuel Namuncurá -padre del beato Ceferino Namuncurá- se le otorgó el grado de coronel del Ejército Argentino, tras las negociaciones que llevaron a la paz con su comunidad.

Fue la condición necesaria para celebrar los acuerdos de límites con los países vecinos, en particular con la República de Chile, y luego proyectarse hacia la Antártida: en su primera presidencia se fundó Ushuaia, la actual capital de Tierra del Fuego, y en su segundo mandato se estableció la primera base argentina en las Orcadas del Sur.

Esto fue acompañado por la creación de los nuevos territorios nacionales, la llegada del ferrocarril, el telégrafo, la navegación y la colonización agrícola y ganadera, la fundación de ciudades y pueblos, escuelas y correos, extendiendo el imperio de la ley argentina a cada rincón del país. Se conoció, gracias a numerosos científicos que recorrieron esas regiones, cómo era la fauna, la flora y el suelo, hasta entonces apenas conocidos.

La gran paradoja es que las corrientes del nacionalismo argentino son críticas hacia Roca, así como quienes cuestionan la campaña militar a la Patagonia, callan en torno a la expedición de Rosas y Quiroga, medio siglo antes. Lecturas sectarias y arbitrarias, que alimentan con su silencio las pretensiones de autonomía o independencia de personas que se “autoperciben” mapuches.

La Constitución Nacional de la República Argentina, liberal, generosa y humanista, es el gran programa del progreso para que se desenvuelvan las energías creadoras de más y mejores oportunidades. Las dos presidencias de Julio Roca (1880-1886 y 1898-1904) sentaron y consolidaron un Estado moderno, que prosperó rápidamente y se integró exitosamente en la economía internacional, a la vez que impulsó la educación, la ciencia y la cultura, abriendo el cauce para que los disensos se dirimieran en las urnas, los periódicos y la tribuna cívica. Fueron más sus aciertos que sus errores, fue un pilar para establecer la legitimidad histórica, política y jurídica de la República Argentina.