En estos días todo el mundo vive expectante de lo que sucede o pueda suceder en la lucha entre Rusia y Ucrania. Todos vivimos pendientes y participando del terror blando que nos crean los medios.
Esta es otra guerra, puramente virtual, que los periodistas y especialistas de toda laya muestran y comentan.
Mediante el montaje visual y los comentarios, se da una visión parcial y tendenciosa de lo que ocurre.
Pero la lucha real y sus motivos están totalmente ausentes. Salvo que se muestran los efectos de la destrucción.
Esta segunda guerra tiene la característica de ser un gran teatro donde pelean denodadamente héroe con los villanos, mentirosos y tiránicos.
De este lado, el argumento principal que arguyen para explicar la situación, consiste en atribuir la causa de todo a la locura y la ambición desmedida de Putin, que puede llegar a utilizar armas atómicas.
Del otro lado los rusos utilizan el argumento de que esta no es una guerra sino una acción que se hace en defensa del pueblo ucraniano en manos de un grupo fascista, encabezada por el actual presidente Zelensky.
De acuerdo con estas posturas ambas fuerzas originan relatos destinados a legitimar sus acciones. Y que son tomados por los su simpatizantes de uno y otro lado.
Esta guerra está elaborada con imágenes que recibimos cargadas de fuertes impactos emocionales: la muerte o las penurias de los civiles, de las mujeres, los niños o los ancianos, Y donde el tema de los refugiados es uno de los más comunes.
Sin embargo esta segunda guerra nos da la posibilidad de participar en ella. Cualquiera puede salir a la calle y unirse a manifestaciones cargadas de carteles o dar su opinión por la red.
De este modo nosotros no podemos ser más que la comparsa que acompaña.
Pero la lucha real y sus motivos están totalmente ausentes. Solo que se muestran los efectos de la destrucción.
Pero todos sabemos que ni los norteamericanos ni la OTAN van a intervenir militarmente en Ucrania.
LA OTAN apela a su reglamento, que en el punto Nº 5 establece que toda acción de ayuda debe prestarse solo a los miembros de la organización, y resulta que Ucrania no forma parte de ella.
Esto es, precisamente, lo que provocó el conflicto, es decir, el deseo manifestado por algunos sectores de que Ucrania pertenezca a la OTAN.
Por aquí es por donde debemos comenzar nuestro análisis.
Después de la finalización de la segunda guerra mundial, el mundo quedó dividido en dos bloques, el capitalista, liderado por los norteamericanos y el comunista por los soviéticos.
Si bien durante la guerra habían sido aliados, ambos bloques tuvieron la necesidad de adueñarse de territorios que les pudiera proveer de alimentos, petróleo, electricidad o simplemente de lugares estratégicos para su defensa.
Es así que nacen dos pactos similares, el de la OTAN (1948) y el de Varsovia (1956).
El desarrollo atómico que ambas potencias alcanzaron creó las condiciones para que se desarrollaran nuevas maneras de dirimir sus conflictos.
Estamos ya en la época la guerra fría, en que ante la imposibilidad de un enfrentamiento directo, por sus efectos desbastadores, se desplegaron guerras llamadas subsidiarias, que consistieron en utilizan un tercer país como sustituto para dirimir la lucha.
Una característica de este tipo de guerras consiste en que las fuerzas militares de uno de los dos bloques interviene en la disputa interna de un país, apoyando una fracción, mientras que el otro gran contendiente permanece fuera, ayudando tecnológica y económicamente a la otra fracción del país en cuestión.
Cualquiera que se proponga puede acceder a la información de cómo, tanto rusos como norteamericanos respetaron este principio.
La guerra de Corea nos puede servir como modelos para comenzar a estudiar la lógica del tercer país, lo mismo que la guerra de Vietnam.
Luego de la disolución del campo socialista desapareció el pacto de Varsovia pero no el de la OTAN.
Desde entonces se organizó una nueva configuración mundial, en donde varios países que habían pertenecido al pacto pro soviético, como Polonia, Hungría y Checoslovaquia pasaron a adherirse a la OTAN, a pesar de la promesa norteamericana de que no fueran aceptados, con lo cual la nueva Rusia se vio amenazada por el derecho de la OTAN a establecer bases militares en estos países recién ingresados.
Es a partir de esta nueva situación que Ucrania se convierte en un caso típico del tercer país en donde se disputan los verdaderos intereses.
Desde 1991, en que logra su independencia por la desaparición de la URSS, sucesivos gobiernos intentaron que el país se adhiera a uno u otro bloque.
El derecho ucraniano a elegir su grupo de pertenencia depende, pues, del gobierno que esté en el poder, por lo cual se originaron luchas internas de todo tipo entre ucranianos y rusos
Mientras tanto, en Ucrania se desarrollaron fuentes de energía eléctrica generada por reactores atómicos que proveen a muchos países europeos o pasa por este país buena parte del petróleo y el 85 % del gas ruso que consume Europa.
Según esta lógica militar, Norteamérica sabe que si Ucrania ingresa a la OTAN esta podrá instalar bases militares y podrá desunir a Ucrania de Rusia. Y por lo tanto debilitarla
Los rusos saben que si pierden Ucrania perderían fuentes económicas importantes, con el peligro de tener bases militares muy cerca. Situación muy parecida a la de l962 cuando se instalaron misiles soviéticos en Cuba.
Es aquí donde cobran intensidad la guerra virtual y los relato ideológicos que nos presentan los medios.
Esta lucha, para nosotros, se nos presenta como la lucha de los países libres contra un país agresor y tiránico.
Y del lado ruso se utiliza un pretexto similar, el de proteger al pueblo de ucrania del nazismo.
Sabemos por la lógica formal que dos juicios contrarios no pueden ser ambos verdaderos como se da en las afirmaciones que manejan los contendientes, pero existe la posibilidad de que ambos sean falsos, que es lo que se da.
Lo que en realidad se juega, dentro de la lógica militar, es la supremacía que permite el acceso a bienes económicos y a fuentes energéticas.
Sin embargo dentro de esta crisis existen elementos que nos permiten pensar en que se puedan dar nuevas posibilidades para la humanidad.
Más allá de los intereses militares, se han ido creando redes económicas, financieras, tecnológicas, de servicios y de comunicación que hacen que intentar perjudicar al otro implicaría, para quien lo pretenda, perjudicarse a sí mismo. Del mismo modo que si se empleasen armas atómicas.
Suspender el abastecimiento de gas a Europa significa poner en graves peligros a millones de personas y para Rusia, perder mercados del que obtiene grandes beneficios, aislar los sistemas de comunicación de los rusos tendría el efecto de descalabrar todo el sistema a nivel mundial, afectar la economía rusa llevaría a afectar a todas las empresas europeas y norteamericanas ligadas a ella.
De acuerdo a lo que venimos diciendo, comprobamos los siguientes planos.
Desde la lógica militar existen dos tipos de posibilidades; La guerra real, con las características de la guerra subsidiaria que hemos mostrado y La guerra virtual esencialmente simbólica, cargada con la ideología asumida por quienes la difunden, destinadas a crear, mediante métodos psicológicos, el pánico blando basado en mostrar como loco o como un nazi al adversario.
Por otra parte registramos otro dualismo. A la lógica militar, que depende de la voluntad humana, tendientes a separar y dominar, se le opone otra lógica, surgida del proceso dinámico de la historia, que tiene como característica la integración, que de hecho, vincula todo con todo, facilitada por el desarrollo científico y tecnológico.
Estas consideraciones nos revelan dos posibilidades, ambas perfectamente factibles: morir por una guerra atómica o aprovechar las posibilidades actuales para crear un mundo mejor.
Es probable y deseable que una vez que se salga de esta coyuntura las potencias se sienten a repensar nuevas formas de coexistencia, donde la democracia y las formas auténticas de libertad, puedan irse desarrollando, no como un ideal utópico sino como una imposición para la vida y el progreso.