El caso del faltante de gas para las estufas en las escuelas de la Provincia de Buenos Aires dejó en evidencia la complicidad sindical cuando el gobierno es peronista. Vale recordar el siniestro ocurrido durante la gestión de Vidal en donde Baradel (nuevamente reelecto) y sus muchachos la llegaron a tildar a la ex gobernadora de asesina.
Sin embargo, estos mismos sujetos brillaron por su ausencia y silencio mientras miles de niños y adolescentes no tuvieron clases por no haber estufas en condiciones de calefaccionar las gélidas aulas. Las explicaciones de los funcionarios sobrepasaron lo bizarro. Aludiendo al siniestro en Moreno, dijeron que ahora únicamente las estufas se prenden con gasistas matriculados y que por eso se estaba tardando en ponerlas en funcionamiento. Increíble.
Baradel no es el único que está callado. El sindicalismo en general desde diciembre de 2019 que no discute paritarias, no cuestionan la política económica, tampoco les importa el deterioro del salario real de los trabajadores y si aparecen para hacer actos en muestra de apoyo a la gestión de Alberto Fernandez.
Es la historia la que marca un principio básico del comportamiento sindical. Cuando gobierna un presidente que no es peronista son extremadamente combativos y golpistas. Alfonsin soportó trece paros generales. A Macri le hicieron la vida imposible. En cambio, fueron cómplices de Menem y aliados acérrimos del kirchnerismo.
Vivimos en un país donde los lideres sindicales son millonarios y empresarios. La ostentación y los lujos los pueden. Autos de alta gama, caballos, grandes chacras y estancias. ¿Cómo es posible esto? En parte, porque manejan fondos estrafalarios que les quitan a sus representados. El manejo de las obras sociales también es parte del combo de sus vidas propias del primer mundo.
Es imperioso reformular todo el sindicalismo. No hay democracia. Hay reelecciones indefinidas. No hay rendición de cuentas. Hay corrupción y mucha.
Será un enorme desafío para quien le toque gobernar a partir de diciembre de 2023 terminar con el status quo sindical. No solamente no representan a los trabajadores, sino que además son responsables directos del desastre que vive el mercado laboral argentino. Más aún, son en gran parte responsables de que este país cuente con una de las tasas más bajas de inversión extranjera directa. Hasta son capaces de lograr que empresarios exitosos se vayan del país en búsqueda de reglas de juego normales.
El daño que le vienen generando desde hace décadas a la Argentina tiene que terminar. Requerirá de un enorme coraje que hasta el momento no se vio. Es la sociedad, el ciudadano de a pie que pide reformas urgentes en esta materia. Ojalá la dirigencia política este a la altura de las circunstancias.