“Si es lo mismo el que labura, noche y día como un buey, que el que vive de las minas, que el que mata, que el que cura, o está fuera de la ley”. Las palabras que componen las estrofas del Cambalache, el tango que escribió Enrique Santos Discépolo en 1934, parecen adecuarse a las declaraciones de Mariana Alfonzo (mejor conocida como “la planera”) y al debate que sus videos y entrevistas generaron en los últimos días.
La realidad sobre el asistencialismo estatal no es algo que los gobernantes puedan esconder debajo de la alfombra. La Seguridad Social en la República Argentina se ha ampliado a tal magnitud que ni los propios promotores pueden controlar. Tal como aquellos Robots o IA de las películas que se revelan ante sus creadores, luchando exactamente en contra del fin por el cual fueron creados, los movimientos sociales se convirtieron en opositores al gobierno que ideológicamente los creó y mantuvo durante todo este tiempo.
“¿Por qué la gente que trabaja se queja (de los “planeros”)?; si vos estás trabajando es porque querés“, había declarado Mariana en Crónica TV después que la panelista Delfina Wagner -enojada- le haya preguntado por qué no trabajaba. Muchos ven lógico a este pobre razonamiento. Viví y dejá vivir. Lo cierto es que el pensamiento de Mariana tiene dos facetas que me gustaría desarrollar; la económica y la moral.
Económicamente, el cálculo individual de Mariana es correcto. Un ciudadano argentino tiene más chances de generar ingresos de manera rápida siendo beneficiario de la Seguridad Social que ingresando al mercado laboral. Este cálculo de incentivos desvirtúa el mercado laboral y perjudica la producción de la nación. Además, el beneficiario podrá aumentar sus ingresos trabajando en negro, haciendo changas o incluso robando algún celular sabiendo que su probabilidad de condena es casi cero (aunque deberá enfrentarse al costo moral que quiero creer que todavía es un impedimento).
Nadie niega que el problema generacional que arrastra el asistencialismo estatal agranda una brecha moral entre los argentinos respecto a cómo subsistir. No hay ningún problema en vivir de un tercero siempre que el tercero lo consienta. El problema es cuando el tercero se opone. Me voy a focalizar en la moralidad del sistema de asistencia estatal a nivel macro y su faceta de financiamiento ya que son obvios los enunciados morales en el plano individual. A lo largo del tiempo, el Peronismo destruyó el deber moral de asistir al necesitado y lo transformó en un deber legal. Ese deber legal es llamado Seguridad Social y obliga a sostener arbitrariamente a doce millones de personas todos los años. Estos sistemas, al igual que el exacerbado empleo estatal, forman parte del gigantesco gasto público que se sostiene con la inmensa cantidad de impuestos que pagamos. Hay que entender que es inmoral que un gobierno te quite tu dinero para entregárselo a potenciales votantes y hacer campaña política. Nuestros impuestos se convirtieron en constantes inversiones del gobierno de turno para preservar el sillón de Rivadavia.
El constitucionalismo social, el derecho laboral y el asistencialismo estatal terminaron perjudicando el futuro y la posibilidad de crecimiento de las clases más bajas. Reemplazaron el mercado laboral por un grupo de gurús apodados sindicalistas o funcionarios que asignan recursos a dedo sin pagar los costos de sus errores. Hoy, los que cobran planes estatales exigen más porque son igual de ambiciosos que un laburante que se levanta todas las mañanas para ganarse el pan. Al ser que les conviene económicamente y creen que moralmente están justificados gracias al pobrismo y las políticas redistributivas, tienen todo el derecho a exigir una suba en sus ingresos y mejoras en su posición. Ese aumento, hoy al Peronismo le cuesta bastante caro porque los contribuyentes están asfixiados, el gasto estatal es abismal y la economía no da a basto. El robot o IA que creó el Peronismo llamado movimientos sociales se está empezando a revelar ante su propio creador porque el robot cree que debe exigir más porque se merece más. El resto de la sociedad, en palabras de Mariana Alonzo “la planera”, “¿laburan? porque son unos pelo***s“. La grieta es moral. Como escribió Enrique Santos Discépolo; “Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio o chorro, pretencioso estafador. Todo es igual, nada es mejor, lo mismo un burro que un gran profesor“.