Días atrás, la fiscalía que lleva la causa del “Olivos Gate” aceptó la propuesta del presidente Alberto Fernandez y su pareja Fabiola Yáñez. ¿En qué consistió? En dar una suma de dinero como forma de reparación por el mayor escándalo político que se tenga memoria.
En Argentina nos hemos acostumbrado a la cultura de zafar. La famosa viveza criolla. Así estamos. Un país que todos los días se destruye y se desintegra.
En otro país del mundo, un hecho de similares características como el que protagonizaron la primera dama y el presidente hubiese generado de inmediato la renuncia del primer mandatario. Por supuesto que acá no ocurrió.
Tampoco se inició un proceso de juicio político, algo que tiene sentido común cuando la mayor autoridad de la nación viola su propio decreto. En esa línea, llama la atención el poco empuje que se le ha dado a este proceso por parte de la oposición. No se entiende. Desde hace dos años que las demandas provienen de la sociedad. Profundamente agotado, el pueblo argentino ha sido el que salió a las calles y avenidas de todo el país a reclamar un mejor gobierno.
No me voy a extender mucho mas porque el tema ha sido largamente tratado por los medios y ya todos conocemos el drama moral que implicó las fiestas en olivos cuando el ciudadano de a pie estaba encerrado, perdiendo el laburo, sin poder despedir a los familiares y deprimiéndose.
Por lo expuesto, queda en manos del juez Mirabelli decirle a la sociedad argentina si vive en un sistema de normas y reglas o bien es un vale todo.
