Vergüenza mundial

Mientras el Mundial de Fútbol disputado en Qatar avanza, no son pocas las voces que se alzan en contra de esta edición en un país que, con la excusa de la cultura y sus normas, llegó hasta censurar periodistas que cubren el evento.

Pero retrocedamos a la década pasada, 2010: ese año se designó a Qatar como sede de la Copa de la FIFA y los rumores de que fue un mundial “comprado” tomaron más fuerza. Una manera de posicionar a un país que de fútbol no tiene nada, como así tampoco de libertad de expresión y derechos humanos. Sin embargo, todo siguió su curso.

Casi el 90 por ciento de la población qatarí es extranjera y la mano de obra utilizada para la construcción de los estadios eran inmigrantes explotados  con ningún derecho laboral que los proteja. ¿A caso normalizamos eso porque es una “costumbre”? Sigamos.

La comunidad LGBT fue blanco no solo en este mundial; en Rusia (2018) el gobierno de Vladimir Putin intentó “disimular” la persecución que su régimen aplica hacia las personas homosexuales o trans. Pese a las expresiones discriminatorias del régimen ruso, no fueron tan explícitas como las qataríes que llegaron al ridículo de ver cualquier bandera con demasiados colores y considerarla la bandera pride.

Los periodistas, como se dijo antes, no están exentos de la persecución y censura. El argentino “Pollo” Álvarez o Rasmus Tantholdt, de la TV danesa fueron algunos de los ejemplos en la edición 2022 del mundial. La FIFA le pidió a Qatar que fuera más flexible durante el mes que dura el evento, pero no fue tenida en cuenta con el argumento de mantener las tradiciones y costumbres. Y sí, en Rusia la libertad de expresión es algo que se castiga con la prisión o la muerte.

¿Qué intereses tendrá la FIFA para organizar un evento como el Mundial en países donde los derechos más básicos y elementales de las personas son suprimidos? ¿Pueden millones de dólares y “costumbres” limpiar la imagen de un país?

No caben dudas de que los Mundiales de Fútbol son utilizados por los gobiernos para la distracción momentánea (lo dijo el propio Alberto Fernández en medio de una crisis económica que desintegra la sociedad y una inflación feroz) y para ocultar las miserias y tristes realidades. Lo cierto es que cuando el evento pasa se van las delegaciones, los turistas e incluso de desarman estadios, los medios vuelven a hablar de lo cotidiano, el bolsillo sigue sin dinero y queda la realidad.

¿Será en 2026 de la Copa de la FIFA una edición que repare al menos un poco la vergüenza que nos han dejado Rusia y Qatar?